Seguramente no exista la o el cristiano a quien Dios no conceda una vez en la vida la sublime experiencia de una autentica comunidad cristiana. Pero en este mundo, una experiencia semejante sigue siendo nada más que un misericordioso regalo suplementario más allá del pan diario de la vida cristiana en común. No tenemos derecho a tales experiencias, y no convivimos con otras y otros cristianos por la causa de tales experiencias. Lo que nos mantiene unidos no es la experiencia de fraternidad sino la fe firme y segura en esta fraternidad.
(Dietrich Bonhoeffer: “Vida en Comunidad” Editorial La Aurora. Buenos Aires, 1975. Pág. 30-31).