Por Lina M. Velásquez H.
Cada domingo en nuestra comunidad tiene un sabor de expectativa por lo que Dios traerá a nuestras vidas y lo que identificaremos como hermanos durante nuestra celebración, pero aunque decimos que no podemos definir que un único día es especial, quisiera compartir que ese domingo específicamente lo fue, muchas cosas pasaban por mi mente y mi corazón, recapitulando las enseñanzas, las experiencias, los sentimientos y emociones que a lo largo de estos dos años ha significado conocer la expresión de la fe en modo Lutero, algo que ha llegado a cada rincón de mi vida, y por eso, ese día en particular fue especial. Todo alrededor de la mesa, de la liturgia cobraba vida, y lo más hermoso es que ese Jesús que nos había sido ajeno por mucho tiempo se reflejaba en la sonrisa de cada hermano, amigo, familiar, y por supuesto de un invitado para hacer de este día algo particular, nuestro Obispo el Reverendo Atahualpa Hernández, quién cómo Jesús, dejaba ver su amabilidad pero su entereza y autoridad a la hora de compartir el mensaje que como buen heraldo entregaba, algo que admiro desde que decidí vivir mi fe como luterana, y por lo que hoy me siento orgullosa, ver el amor de Cristo en cada persona sin ningún tipo de pretensión, distingo o clasificación, Dios ha sido fiel.
Y como cantamos ese domingo especial, «Gente nueva amando sin fronteras, por encima de razas y lugar. Gente nueva al lado de los pobres compartiendo con ellos techo y pan. «, por eso doy gracias a Dios por habernos regalado un día realmente especial.
Y por esto, felicitamos a todos los nuevos miembros de nuestra iglesia, quiénes llenarán con más amor y dedicación la comunidad que todos conformamos.