Pero el Espíritu de Dios hace mucho más que espectáculos religiosos. Él, que sopla donde quiere y como quiere, no se deja encerrar en nuestras limitadas percepciones. La experiencia del Espíritu pasa, y de lejos, la experiencia religiosa, sea ella litúrgica, mística, o pentecostal. La experiencia del espíritu es la experiencia de la vida. Los que seguimos a Jesús no debemos comprender la espiritualidad como un escape de la vida, sino como un compromiso por la vida desde la vida misma. Es el Espíritu quien nos da ejemplo y nos desafía a comprender su voluntad: vida abundante para toda la tierra, sin discriminaciones ni exclusiones.
Oración: Ven Espíritu Santo, renueva toda la creación. Amén.