La conmemoración de los 500 años de la reforma debe darnos lugar para (re)pensar las estructuras y roles dentro de la iglesia. Pensando en esto las mujeres de la Misión Luterana Emaús convocamos amigas de diferentes iglesias para preguntarse acerca del papel de las mujeres en sus comunidades. Las respuesta fue hermosa, mujeres pentecostales, católicas, menonitas, de iglesias libres y luteranas nos reunimos para compartir, desde nuestras propias experiencias de vida.
La relación de las estructuras de las iglesias con la vida de las mujeres ha sido compleja y diversa. En los testimonios de vida compartidos, se refleja esa complejidad, de la marginación y exclusión al reconocimiento, participación y liderazgo. Por eso ese espacio no se agota en si mismo sino que promete ser oportunidad para seguirnos pensando la iglesia juntas.
Agradecemos la participación de todas: las mujeres de la parroquia católica Jesús Nazareno, de la Casa Bíblica Laureles y de la Misión Luterana Emaús , quienes vinieron en representación formal de sus ministerios; a quienes vinieron por iniciativa propia enriqueciendo el evento con diferentes perspectivas: pentecostal unitaria, menonita, cuadrangular. También agradecemos a Belky Hernández quien vino especialmente desde Bucaramanga representando a la Organización Nacional de Mujeres Luteranas. Belky motivó un espacio devocional comunitario que ha sido recogido maravillosamente por Andrea Ferraro, y publicado en su blog personal. Hemos querido reproducirlo aquí completamente, agradeciendo su trabajo.
“La mujer, terreno fértil para la fe”
por Andrea Ferraro
El primer capítulo del Evangelio según San Lucas en sus versos 5 al 38 (versión RVR 1960) nos expone dos acontecimientos que presentan características similares, pero que a su vez nos ofrecen la posibilidad de ser analizados en forma paralela: el anuncio del nacimiento de Juan (más tarde denominado como Juan el Bautista) y el anuncio del nacimiento de Jesús. Las historias allí contenidas nos relatan la noticia del futuro nacimiento de dos varones de diferentes familias, con un condicionante particular: ambas mujeres difícilmente podrían concebir o procrear, ya fuera por condiciones físicas o por condiciones de carácter sociocultural.
LECTURA NARRADA DEL PASAJE
El anuncio del nacimiento de Juan
Según el texto (versos 5 al 25), en la familia de Zacarías y Elisabet, el evento de la anunciación de ese nacimiento, tendría lugar en el santuario de Señor, donde Zacarías ofrecería incienso. La oración (de la que no sabemos motivos o detalles), fue respondida a través de la aparición de un ángel quién le confirmó a Zacarías que su oración fue escuchada por el Señor y en consecuencia, Elisabet, su esposa tendría un hijo.
La reacción de Zacarías se hizo visible en la escena cuando preguntó: “¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada” (v. 18). El ángel reprochó la incredulidad de Zacarías y le dejó mudo. Luego de esto, Zacarías cumplió con el tiempo de su ejercicio de sacerdocio, y regresó a su casa. La historia, finalizó con el cumplimiento de las palabras del ángel cuando Elisabet quedó en embarazo.
El anuncio del nacimiento de Jesús
En los versos del 26 al 28 del mismo capítulo, la anunciación del nacimiento de Jesús tuvo lugar en Nazaret, una ciudad de Galilea. Allí, María “una virgen desposada con un varón que se llamaba José” (v. 27) tuvo también la aparición de un ángel con quien sostuvo una conversación. En ella, la mujer se enteró de que traería un hijo al mundo que tendría un nombre predestinado y una misión que cumplir. Al exponer su inquietud a través de la pregunta: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” (v. 34), el ángel le ofreció la solución diciéndole que el Espíritu Santo vendría sobre ella y el poder del Altísimo le cubriría con su sombra (Paráfrasis del verso 35) y de esta forma nacería su hijo.
NUESTRA MIRADA DEL MILAGRO
La lectura de este pasaje nos abrió toda suerte de posibilidades para repensar ambos acontecimientos a la luz de la teología feminista a partir de hermenéuticas que se construyen en tanto pensamos el contexto propio de la época, y el contexto del cual somos protagonistas. Aquí exponemos asuntos importantes de nuestra conversación:
En ambas anunciaciones notamos el temor de los receptores inmediatos de la noticia, pero con reacciones secundarias distintas. Nos inquietan los efectos producidos en la escena, a partir de los roles de cada uno, es decir, el rol de sacerdocio (concerniente a la autoridad) y el rol de mujer desposada (relacionado con sometimiento).
En el caso del sacerdote, un hombre quién conocía de cerca las dinámicas del sacerdocio y teniendo presente que había presentado una oración previamente, la respuesta del ángel le produjo incredulidad. Sus razones, partían de las condiciones de su cuerpo y del de su esposa para concebir un hijo. En consecuencia, no pudo formular palabra hasta que el nacimiento ocurriera.
En contraste, María, una mujer desposada de un varón (esto es, comprometida pero no casada) la noticia tendría con probabilidad efectos negativos en su vida. Para ella, sería complejo estar en embarazo sin tener una condición social de relacionamiento que lo permitiera, pues podría poner en riesgo su vida.1
Sin olvidar que en ambos relatos existen otros personajes que acompañaron estos escenarios, nos quisimos centrar en las condiciones de gestación de Elisabet y María, donde encontramos precisamente el milagro.
Las actitudes de ambas mujeres estaban enmarcadas en situaciones de confrontación. En el contexto en el que se encontraban, ser un sujeto gestante no podía ser vivido a partir de una condición meramente individual. El proceso de gestación generaba revuelos sociales que convertían al sujeto en protagonista de toda suerte de juicios que contenían probabilidades y/o afirmaciones. Por esta razón, nos permitimos entender que en ellas el Espíritu Santo ofreció un entendimiento que las empoderó. En Elisabet, si bien, ella estuvo escondida durante cinco meses, sus palabras inmediatas al concebir un hijo, manifestaron un nivel de empoderamiento a partir del pronunciamiento de palabras de alabanza en la obra del Señor a través de sus hechos, dando a entender que había llegado el fin de los insultos que constantemente causaban deshonor a la imagen familiar por el hecho de no haber engendrado un hijo varón a lo largo de su vida en pareja (Ver verso 25). Elisabet se haría visible en su entorno de una manera distinta: había ganado la batalla del desprecio social.
Para María, el empoderamiento se generó a través de la actitud valiente con la que asumió la responsabilidad de ser madre joven teniendo en cuenta tres aspectos importantes: en primer lugar, su gestación se haría realidad gracias una intención divina, es decir, no estaba bajo su control esa decisión; en segundo lugar, la mujer no tenía seguridad del amparo que provendría de José en semejantes circunstancias, y por último, ella se enfrentaría a una muerte física y social en su entorno, al hacerse uso de la ley establecida en su tiempo en este caso. María confirma su actitud mediante las palabras: “(…) he aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia” (v. 38b).
ANOTACIONES INQUIETAS
No podríamos terminar la devocional sin ofrecernos en la conversación un espacio para preguntarnos asuntos relevantes frente a las reflexiones presentadas.
Varias de estas preguntas se centraron en cuestionar el papel de la iglesia frente a su membresía femenina, en tanto ciertas particularidades en las formas de gestación generarían rechazo, prejuicio o exclusión. Estas particularidades incluyen entre tantas, el embarazo sin estar casadas, el embarazo por violación, y el embarazo por accidente (en específico, cuando el método de planificación no tuvo buen funcionamiento, y la mujer de edad avanzada queda en embarazo y presenta posibles riesgos físicos para ella y su bebé).
Otras de las cuestiones se generaron a partir de cómo se ha construido (y si realmente se ha hecho) el discurso teológico-bíblico frente a la necesidad de empoderamiento de estas mujeres en su etapa de gestación con las particularidades que presentamos anteriormente.
Finalmente, pensamos que es sumamente importante que esta reflexión llegue a ojos y oídos de quienes ejercen la función de liderazgo desde el pastorado (incluyendo a hombres y mujeres) y a los que ejercen la consejería, en tanto su búsqueda sea objetivar la construcción de mujeres empoderadas en un momento único y específico de sus vidas, como lo es la gestación.
1La versión Reina Valera habla de desposada y de “José su marido” en Mateo 1:18. Pero la versión Dios Habla Hoy habla de “comprometida” y de “José su novio.” Dado que el verso 25 dice que José no la conoció hasta que hubo dado a luz, y antes de saber que estaba encinta María le dice al ángel que ella no conocía varón, deducimos que aún no convivían. Ocurre que el compromiso tenía el mismo peso legal que el matrimonio en aquella sociedad, al grado de que María podía ser condenada a muerte por infidelidad.
Gracias al profesor Julio Álvarez Rivera por su comentario al respecto.